El domingo nos levantamos pronto, a eso de las ocho para tener tiempo de pasar el atasco y acomodarnos en la tribuna sin agobios. Desde primera hora, el ruido de los motores de motos de todas las cilindradas y colores nos acompañaba, incluso desde la puerta de casa, ya que un grupo de Sabadell estaba en la de los vecinos.
Desayuno, repostaje y para allá que vamos.
Por el camino se nos pierde uno, volvemos para atrás pero no lo encontramos, seguramente había girado en un cruce equivocado.
Al llegar al circuito encontramos una entrada diferente a la de ayer, bastante menos congestionada y conseguimos aparcar en tiempo record de cuarenta y cinco minutos. Nos sentamos en la J4 en el momento en que las 125 estaban dando la vuelta de warm up.
Hoy no cabía un alfiler, la gente vestía sus mejores galas, la tribuna reventaba, se hacían las olas y la excitación se palpaba en el ambiente.
Las camisetas mostraban diferentes lealtades, repartidas equitativamente entre Rossi y Pedrosa. Los altavoces atronaban con un par de locutores gaditanos muy muy graciosos que animaban a la gente a hacer olas,
saludaban a los amigos y, lo mejor, sabían bastante de motos. Ojala los pillaran para las retransmisiones de TVE en lugar de los sosos que nos toca pagar de nuestros impuestos.
La carrera de 125 estuvo divertida, con Talmacsi robándole la cartera a Pesek en la última curva. Lástima por las Derbi, que parece que están levantando cabeza por fin, pero bueno, un segundo puesto no está mal.
Nadie lo sospechaba entonces, pero pronto empezaría la carrera estrella. Cuando todos esperábamos ver una exhibiciòn de Lorenzo como en Qatar, vimos una pelea de perros entre el mallorquín, Bautista, Dovizioso y Barberá. Iban envenenados, adelantándose todo el rato, pegándose en las curvas, rozando carenados, apurando las frenadas.
Barberá cometió un error a mitad de carrera, yéndose al suelo y la cosa quedó entre Bati, el chupachups y Dovi. Lo de Álvaro tiene mucho mérito, le echa cojones al tema siendo su primera temporada en 250. Peleó hasta el final, hasta que Lorenzo, que ha madurado mucho y aprende cada día, esperó su momento, adelantó a todos y se escapó, dejando al de Talavera y al italiano pegándose por el segundo puesto.
Todo el mundo coincidía en que era una de las mejores carreras que había visto en mucho tiempo. Luego la celebración de Lorenzo, su bandera "Lorenzo’s land" y demás.
Por fin llega el gran combate de la noche, la atracción estelar, el duelo de titanes: Moto GP.
Los motores reventaban los tímpanos en la primera curva. Es un sonido potente, grave, que sientes en las tripas, en los huesos. Nada que ver con la retransmisión televisiva. Además, saltar gritar y chillar delante de tu tele no es lo mismo que hacerlo junto a otros ciento cuarenta mil. Dani sale muy bien, manteniendo el primer puesto, Hayden se queda, Checa y Elías también. La tribuna estalla al ver al pitufo liderando la carrera.
Pero la alegría dura poco: en tres curvas Rossi adelanta a Pedrosa y… se acabó la carrera. Rodadndo muy muy fuerte, el espaguetti se va yendo, poco a poco.
Pedrosa lo intenta, pero tiene que cuidarse por atrás, ya que tiene a Edwards besándole el culo. En la vuelta 13 se da un susto morrocotudo, la moto le patina, pisa la tierra durante un momento y parece que se va a ir al suelo. Entonces decide asegurar el segundo puesto y deja a Rossi escaparse hasta que llega a tener una ventaja de más de un segundo.
Una carrera que nos dejó fríos, parecía fórmula uno. Ya nada se movió excepto la remontada de Elìas, que se colocó cuarto. Esta vez las Ducatis no podían aprovechar su potencia y Stoner quedó quinto, por delante de Checa y Capirossi, que entre que va a ser papá y que su amigo Locatelli está en el hospital echo una braga parecía estar pensando en otra cosa.
Mucha gente empezó a irse a dos vueltas del final, como en los partidos en los que el equipo local va ganando cuatro a cero, pero sólo que esta vez era al revés.
A la salida uno de los que iban conmigo comenta: "Me temo que el famoso duelo Rossi-Pedrosa va a ser como el duelo Crivillé-Doohan". Sin comentarios.
La salida del circuito se hizo más o menos ordenadamente, con los consabidos empujones de "quítate tú pa ponerme yo". Rodamos hasta Paterna y allí preparamos el equipaje. Me despido de los catalanes, prometiendo permanecer en contacto. Ellos saldrían un poco más tarde, aunque no se harían todo el viaje del tirón, sino en dos etapas.
Mi plan original era ir ruteando tranquilamente hasta donde me cansara, dormir en algún sitio y seguir a Madrid por la mañana. Pero el romántico plan de easy rider me duró poco, porque todas las carreteras secundarias estaban petadas de coches y motos, atascos que, aunque te podías saltar metiéndote por el carril contrario te agotaban. A la caída del sol, llevaba dos horas y media conduciendo y había hecho sólo 150 kilómetros. A ese paso llegaba a Madrid el miércoles. Cuando me encontré en Écija, a las puertas de la A-4. La idea de seguir ruteando de noche por carreteras que no conocía no me pareció ideal y estaba a huevo de llegar a Madrid si tiraba por la autopista (me quedaban poco más de 400 kms.). Así que mandé a Peter Fonda a freír espárragos y me metí los kilómetros de autovía uno detrás de otro, parando una vez para cenar algo y poner gasofa, disfrutando de lo coñazo, aburrido e incómodo que es ir en moto por autopista.
De vez en cuando los controles de la Guardia Civil te obligaban a bajar la velocidad. La moto respondía bien, tirando a 6.500 vueltas en sexta a 140, aunque de vez en cuando una RR pasaba a mi lado como una exhalación.
A la 1.30 de la mañana estaba entrando en la M40, a la 1.45 por la puerta de casa.
Y ahí fue cuando tuve el único incidente grave de todo el viaje. Estaba en el semáforo para girar a la izquierda en la avenida en la que vivo. Se pone verde y cuando estoy por arrancar veo un coche que viene de frente. Como yendo en moto no me fío ni de mi madre en lugar de cruzar como me correspondía espero un poco. Menos mal: el tío (o tía no lo pude ver) ni siquiera bajó la marcha y pasó como un rayo frente a mí. Si llegaba a tirar siguiendo mi semáforo verde me hubiera llevado por delante y a esa velocidad, me temo que me hubieran recogido con cucharilla. Manda huevos que después de tres días y 1.500 kilómetros esté a punto de matarme a cien metros de mi casa por culpa de un bacaladero mamón daltónico. La jostia.
Aparqué la moto en el garaje un poco triste, como en todos los viajes cuando plantas la bicha en el caballete, descuelgas las maletas y te quitas el casco. Es esa sensación de los domingos por la tarde cuando eras pequeño y volvías en el coche con tus padres del parque, o de la excursión… Todo llega y todo acaba. En fin, no somos nada.
Me acosté reventado, pero feliz. Y ya tenía ganas de coger la moto otra vez para lanzarme a la carretera.
Esa noche soñé con el motor debajo mío ronroneando, el puño del acelerador vibrando en mi mano y el viento y el ruido en mis oídos.
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